jueves, 6 de julio de 2017

La Psicología De Los Celos


Los celos se cuentan entre una de las emociones universales más desagradables tanto para quien la siente como para quien funge como blanco de las acciones del celoso. Así como otras emociones, los celos han sido particularmente explotados como fuente de conmoción en diversas manifestaciones artísticas tales como la música, el teatro y la literatura. ¿Qué habría sido, por ejemplo, de las tragedias shakespearianas sin el lenguaje universal de pasiones como ésta? No es de extrañar, que, a diferencia de las comedias, las tragedias sean más fáciles de trascender las barreras idiomáticas y culturales, gracias a que apelan a las pasiones humanas, las cuales no dependen del contexto cultural para ser entendidas. En este sentido, los celos han sido causa de innumerables sinsabores para los protagonistas de diversas puestas en escena, amén de aquellas que en la vida cotidiana, un celoso y un celado viven ejecutando en los roles principales sin nadie que les aplauda al final de cada función. Pero, más allá de definir los celos, sería importante desglosar aquellas emociones negativas que componen tan particular condición, con el fin de comprender como estas sensaciones pueden desencadenar una serie de ideas en la mente del celoso, hasta el punto de llegar a desquiciarlo.

Cabe decir, que si bien los celos se tratan de una emoción universal, normal hasta cierto punto, como en todos los trastornos de personalidad, el grado de malestar emocional que este sentimiento pueda generar en una persona, al punto de dificultar o imposibilitar sus relaciones interpersonales, supondrá pues la barrera entre los celos normales y los celos patológicos.

 


¿Amor o dependencia?

Los celos vienen, contrario a lo que comúnmente se cree, de un vínculo de apego más que de un sentimiento amoroso. El apego se trata de un vínculo afectivo que de forma innata los seres humanos usamos desde pequeños como mecanismo de supervivencia, con la finalidad adaptativa de proveernos protección ante nuestra vulnerabilidad respecto a las amenazas de la naturaleza; en la infancia, los cuidadores primarios van a fungir como las primeras figuras de apego, y cuya proximidad, es generadora de una sensación de seguridad. Mientras que por el contrario, la sola idea de perder estas figuras afectivas producen en el niño angustia ante el desamparo que supone su lejanía. En la fase del enamoramiento, por ejemplo, también surge este vínculo afectivo potenciado por la liberación en altas cantidades de la hormona oxitocina.  Desde esta óptica, podemos prever que la angustia y el temor que generan la ideación de pérdida en la mente de quien cela, nacen de una relación de dependencia emocional al objeto celado, y no de un sentimiento de amor adulto. No es de extrañar, en este sentido, que en aquellas personalidades que existe un sentimiento de minusvalía o baja autoestima, hay mayor tendencia a padecer celos patológicos.
 

El delirio del celoso

 
El inicio de los celos patológicos, lo inaugura la sospecha que una persona tiene de alguna posible infidelidad y que lo mueve a dedicar mucho de su tiempo y energía a tratar de comprobarla o evitarla a toda costa.

Cuando los celos adquieren un carácter patológico (celotipia), las ideas de sospecha tienden a volverse constantes, incontrolables, desapegadas a la realidad e irreductibles ante todo intento de razonamiento. Es decir, que la persona vive conforme a lo que piensa o supone, no a los hechos reales. Finalmente, el conjunto de este tipo de ideas conforman el delirio de la persona celotípica. Que si no es tratada correctamente, puede llegar a convertirse en el factor destructor de todas sus relaciones, al tratar de ejercer control sobre los pensamientos, acciones, objetivos, horarios y relaciones de quienes lleguen a formar parte de ellas. O, en el peor de los casos, hasta llegar a infligir violencia física o psicológica, o llegar al asesinato.
 

Los rasgos de personalidad de los individuos celosos.

Si bien cualquier tipo de persona puede llegar a sentir celos, existen, sin embargo, una serie de rasgos de personalidad que pueden llevar con mayor facilidad a desarrollar celos patológicos:

Inseguridad o sentimiento de inferioridad o minusvalía

•Pensamiento rígido y obsesivo.

•Personalidad controladora.

•altos niveles de ansiedad.

Finalmente, como en cualquier otra patología, cuando las posibilidades de controlar los sentimientos de celos exceden la voluntad de quien los padece, es importante considerar una psicoterapia para otorgar al individuo los elementos necesarios para sanar su relación consigo mismo, con la finalidad de que pueda llegar a establecer relaciones saludables. Cabe subrayar que, dado que para el celoso, en la mayoría de los casos, los celos provienen de sus sospechas, aún más contundentes para él que el hecho de que el sol salga siempre por la misma dirección, resulta difícil que el individuo logre tomar conciencia de su condición patológica. En este caso la pareja debe asumir una actitud sensata, abierta a la comunicación, y nunca una postura sumisa y pasiva ante las acciones violentas y opresivas del celoso. Siendo consciente que, en una relación donde medie el miedo y la opresión, nunca será saludable para ninguna de las partes.
Dicho lo cual, nos quedamos con esta frase de Miguel de Cervantes: “Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida; pero vida enferma y mal dispuesta.”   

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