Los celos se cuentan entre una de las emociones universales
más desagradables tanto para quien la siente como para quien funge como blanco
de las acciones del celoso. Así como otras emociones, los celos han sido
particularmente explotados como fuente de conmoción en diversas manifestaciones
artísticas tales como la música, el teatro y la literatura. ¿Qué habría sido,
por ejemplo, de las tragedias shakespearianas sin el lenguaje universal de
pasiones como ésta? No es de extrañar, que, a diferencia de las comedias, las
tragedias sean más fáciles de trascender las barreras idiomáticas y culturales,
gracias a que apelan a las pasiones humanas, las cuales no dependen del
contexto cultural para ser entendidas. En este sentido, los celos han sido
causa de innumerables sinsabores para los protagonistas de diversas puestas en
escena, amén de aquellas que en la vida cotidiana, un celoso y un celado viven
ejecutando en los roles principales sin nadie que les aplauda al final de cada
función. Pero, más allá de definir los celos, sería importante desglosar aquellas
emociones negativas que componen tan particular condición, con el fin de comprender
como estas sensaciones pueden desencadenar una serie de ideas en la mente del
celoso, hasta el punto de llegar a desquiciarlo.
Cabe decir, que si bien los
celos se tratan de una emoción universal, normal hasta cierto punto, como en
todos los trastornos de personalidad, el grado de malestar emocional que este
sentimiento pueda generar en una persona, al punto de dificultar o
imposibilitar sus relaciones interpersonales, supondrá pues la barrera entre
los celos normales y los celos patológicos.
¿Amor o dependencia?
Los celos vienen, contrario a lo que comúnmente se cree, de
un vínculo de apego más que de un sentimiento amoroso. El apego se trata de un
vínculo afectivo que de forma innata los seres humanos usamos desde pequeños
como mecanismo de supervivencia, con la finalidad adaptativa de proveernos
protección ante nuestra vulnerabilidad respecto a las amenazas de la naturaleza;
en la infancia, los cuidadores primarios van a fungir como las primeras figuras
de apego, y cuya proximidad, es generadora de una sensación de seguridad. Mientras
que por el contrario, la sola idea de perder estas figuras afectivas producen
en el niño angustia ante el desamparo que supone su lejanía. En la fase del
enamoramiento, por ejemplo, también surge este vínculo afectivo potenciado por
la liberación en altas cantidades de la hormona oxitocina. Desde esta óptica, podemos prever que la
angustia y el temor que generan la ideación de pérdida en la mente de quien
cela, nacen de una relación de dependencia emocional al objeto celado, y no de
un sentimiento de amor adulto. No es de extrañar, en este sentido, que en
aquellas personalidades que existe un sentimiento de minusvalía o baja
autoestima, hay mayor tendencia a padecer celos patológicos.
El delirio del celoso
Cuando los celos adquieren un carácter patológico
(celotipia), las ideas de sospecha tienden a volverse constantes,
incontrolables, desapegadas a la realidad e irreductibles ante todo intento de
razonamiento. Es decir, que la persona vive conforme a lo que piensa o supone,
no a los hechos reales. Finalmente, el conjunto de este tipo de ideas conforman
el delirio de la persona celotípica. Que si no es tratada correctamente, puede
llegar a convertirse en el factor destructor de todas sus relaciones, al tratar
de ejercer control sobre los pensamientos, acciones, objetivos, horarios y
relaciones de quienes lleguen a formar parte de ellas. O, en el peor de los
casos, hasta llegar a infligir violencia física o psicológica, o llegar al
asesinato.
Los rasgos de personalidad de los individuos celosos.
Si bien cualquier tipo de persona puede llegar a sentir
celos, existen, sin embargo, una serie de rasgos de personalidad que pueden
llevar con mayor facilidad a desarrollar celos patológicos:
•Inseguridad
o sentimiento de inferioridad o minusvalía
•Pensamiento rígido y obsesivo.
•Personalidad controladora.
•altos niveles de ansiedad.
Finalmente, como en cualquier otra patología, cuando las
posibilidades de controlar los sentimientos de celos exceden la voluntad de
quien los padece, es importante considerar una psicoterapia para otorgar al
individuo los elementos necesarios para sanar su relación consigo mismo, con la
finalidad de que pueda llegar a establecer relaciones saludables. Cabe subrayar
que, dado que para el celoso, en la mayoría de los casos, los celos provienen
de sus sospechas, aún más contundentes para él que el hecho de que el sol salga
siempre por la misma dirección, resulta difícil que el individuo logre tomar
conciencia de su condición patológica. En este caso la pareja debe asumir una
actitud sensata, abierta a la comunicación, y nunca una postura sumisa y pasiva
ante las acciones violentas y opresivas del celoso. Siendo consciente que, en una
relación donde medie el miedo y la opresión, nunca será saludable para ninguna
de las partes.
Dicho lo cual, nos quedamos con esta frase de Miguel de Cervantes: “Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida; pero vida enferma y mal dispuesta.”
Dicho lo cual, nos quedamos con esta frase de Miguel de Cervantes: “Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida; pero vida enferma y mal dispuesta.”